Cuevas

En la cueva de Gabriel Díaz-Roncero, una joya donde se esmeraron los picadores

Carlos Moreno | Jueves, 23 de Octubre del 2025
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Gabriel Díaz-Roncero, natural de La Solana se vino a Tomelloso en el año 2007. Adquirió una casa en el número130 de la calle Nueva que antes fue propiedad de “la patatera”, la adquirió después, Benito Carrasco y más tarde Gabriel y su compañero, Luis Alberto, que lo primero que tuvieron claro cuando vieron el inmueble es que recuperarían su cueva. “Luis Alberto falleció a causa de un cáncer el año pasado y él, al igual que yo, se quedó prendando por la cueva. Son unas construcciones que en pueblos como Tomelloso son un parte fundamental de su historia”, explica Gabriel justo antes de que bajemos a una cueva en la descubriremos curiosos detalles. 

La cueva, construida en la década de los cincuenta, sorprende por la uniformidad de sus cielos rasos y paredes, tanto es así que nuestro experto, José María Díaz, asegura que “es una cueva en la que los picadores se esmeraron al máximo. Se ve muy bien en los arcos de medio punto y en esa lograda media caña que se ve por encima de las tinajas. Es una cueva que hicieron los Peronas que eran de los mejor picaban en este pueblo. Todo está muy parejo y muy bien hecho”. 

Los picadores formaron una media caña e inmediatamente después hicieron otra que producen un bonito efecto en la construcción. Todo a base de pico, como demuestran las huellas de la herramienta sobre las paredes, “y todo ello favorecido por un buen terreno para esmerarse, un terreno semiduro, una capa de semitosca que dio un mayor lucimiento al trabajo de aquellos hombres”, explica Díaz.

La cueva alberga siete tinajas de cemento de 450 arrobas de capacidad cada una, además de la del gasto, más pequeña y colocada junto a la escalera. Tocando sus panzas se detecta una ligera aspereza. Su constructor fue Justo Espinosa, discípulo de José María Díaz Benito en el oficio de tinajero.

Las tinajas están separadas por unos rabos lisos y en la cueva destacan otros elementos como la moldura, el balaustre que se encuentra en perfecto estado y está pintado en azul y blanco, las arquerías y las contraminas.  En el suelo hay un pocillo condenado. Llama la atención la iluminación que ha puesto el propietario y que realza la belleza de esta maravillosa cueva.

Un pasamanos ayuda nuestro traslado por la escalera que tiene un bonito arco de medio punto en su parte alta, pintado en tono albero.  Arriba nos espera Gabriel que pregunta a José María por la Asociación de Amigos de las Cuevas de Tomelloso que prosigue su labor de promoción de estas singulares construcciones.

   


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